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Guetaria se encuentra cerca de Zarauz, y en Zarauz solían veranear algunas de las grandes familias de la aristocracia española. Una de ellas era justamente la familia De Mora y Aragón. Miren Arzallus cuenta en su biografía del modisto (Cristóbal Balenciaga. La forja del maestro) que la abuela de Fabiola, la marquesa de Casa Torres, era una clienta asidua del taller de costura que habían puesto en marcha la abuela y la madre del futuro diseñador. Y que fue en aquel modesto negocio de moda donde se produjo el punto de inflexión que años después hizo posible el espectacular vestido de novia de la reina de Bélgica. En el joven Balenciaga ya latía la pulsión creadora, y propuso a la marquesa de Casa Torres copiar a mano uno de sus vestidos. Ella aceptó el reto algo incrédula y poco tiempo después se rindió admirada a la capacidad y a la destreza del muchacho. Desde entonces fue su primera clienta y su mecenas. También su hija Blanca se puso en manos del modisto y colaboró con él en numerosas ocasiones. Gracias a esos apoyos, y gracias especialmente a las enseñanzas de su madre y de su abuela, Cristóbal Balenciaga pudo dar rienda suelta a todo su potencial. Era capaz de imaginar cualquier traje y de plasmarlo en la tela con sus manos. Esa forma de trabajar sería desde siempre su insignia: la alta costura.
La primera tienda la abrió en 1919 en San Sebastián, en el número 2 de la avenida de la Libertad, cuando tenía 24 años. Pronto hubo treinta personas trabajando para él en el establecimiento. Inauguró después otras dos tiendas en Madrid y Barcelona, y su nombre alcanzó gran fama entre las mujeres españolas de cierta posición. Durante la Guerra Civil se trasladó a París y se instaló en el tercer piso de la avenue Georges V, un elegante inmueble que aún acoge la representación de la marca. Sólo entre 1954 y 1955, Balenciaga abocetó 607 diseños y vendió 2.325 modelos, convirtiéndose en uno de los grandes couturiers de la moda.
Entre sus clientas se encontraba lo más selecto de la alta sociedad internacional: desde las actrices Marlene Dietrich o Greta Garbo hasta la condesa de Bismark o la duquesa de Windsor. Quienes le veían trabajar se maravillaban por su habilidad para cortar patrones y unir las piezas a mano. Coco Chanel, otra de las referencias indispensables en el mundo de la moda de aquellos años, afirmaba: “Es el único capaz de cortar una tela, montarla y coserla con sus propias manos”. Para Chanel, Balenciaga era “un verdadero modisto”; a los demás los consideraba simples dibujantes. Christian Dior también quedó hechizado por su trabajo, en el que incluso descubrió algunos paralelismos con la música: “La alta costura es una orquesta que sólo Balenciaga sabe dirigir. Nosotros, el resto, sólo seguimos sus indicaciones”. Hubert de Givencgy fue otro de sus admiradores más destacados, además de amigo: “Balenciaga no sólo ha creado un estilo, sino también una técnica. Es el arquitecto de la alta costura”, declaró en una ocasión.
Balenciaga se inspiraba en el Arte para todos sus diseños. Solía recordar a sus trabajadores que un gran modisto debe ser un arquitecto para las líneas, un escultor para las formas, un pintor para los colores, un músico para la armonía y un filósofo para las medidas. No era un diseñador común, su peculiar carácter difería del resto de modistos. Era muy discreto, serio, perfeccionista, reacio a los actos sociales y a las fiestas, evasivo con la prensa y, sobre todo, humilde. Cuando en 1968 dejó la moda, había completado una larga carrera de diseños e innovaciones textiles. No quiso entrar en el pret a porter. La sociedad y el diseño habían cambiado, y quizá ya no había hueco para él. O quizá él ya no deseaba el espacio que hasta entonces había tenido.
¿BALENCIAGA SIN BALENCIAGA?
Desde 1978, la marca que Cristóbal Balenciaga puso en marcha en 1919 ha pasado por distintas manos. Hoy pertenece al Grupo Gucci y su director artístico es Nicolas Ghesquière. Como ha ocurrido en otras casas de moda que también perdieron a sus creadores originales, la solución para no equivocar el rumbo fue la de nombrar a un director artístico que dirigiese la línea de los diseños. En la historia de la moda, las relaciones entre la casa y el director artístico han sido, por lo general, muy intermitentes. La gran mayoría ha permanecido en su puesto muy poco tiempo. Ghesquière, sin embargo, es uno de los pocos modistos que mantiene una relación estable con su empresa: trabaja en Balenciaga desde 1997. Hay quienes defienden su labor creativa, pero también se le ha acusado de apartarse de la esencia del modisto. Cuarenta años después de su muerte, la pregunta parece inevitable: ¿Consigue Balenciaga ser Balenciaga? La respuesta no es sencilla, pero no cabe duda de que Balenciaga sigue siendo una de las boutiques y una de las marcas más prestigiosas de la moda actual.
Inicialmente, la casa Balenciaga fue heredada por la familia del diseñador, que mantuvo el negocio vendiendo perfumes y accesorios. Tras pasar el negocio por varias manos, en el 2001 el grupo Gucci compró la casa. Domenico De Sole y el diseñador texano Tom Ford deseaban convertir el nombre de Balenciaga en una marca global de lujo. Tenían experiencia porque ya eran los dueños de los bolsos y zapatos de Bottega Veneta, de la ropa de Yves Saint Laurent, de los diseños de Stella McCartney y Alexander McQueen, de los zapatos de Sergio Rossi o de las joyas de Boucheron.
EL PAPEL DE GHESQUIÈRE
En esa duradera relación de Balenciaga con el grupo Gucci ha sido muy importante la aportación de Nicolas Ghesquière. En las casas de moda, el director artístico es el responsable de que todos los diseños, telas, bordados, puntadas, dobladillos y bocetos suenen con el mismo tono, siempre perfectamente afinados. Al principio, el joven Nicolas Ghesquière –se hizo con la batuta cuando sólo tenía 26 años— dirigió la orquesta sin alejarse de las partituras originales de Balenciaga. No le fue mal porque obtuvo el Premio al Mejor Diseñador del Año en el 2000 y, doce meses después, el Premio al Mejor Modisto Internacional. Sin embargo, esos reconocimientos no impidieron que se olvidara de la alta costura de Balenciaga para centrar sus esfuerzos en el prêt-à-porter. La diferencia entre estos dos procedimientos es abismal. La alta costura consiste en diseños exclusivos: se trata de coser a mano y a medida una prenda única para el cuerpo de una mujer precisa. Por el contrario, el prêt-à-porter o listo para llevar pasa por producir ropa en serie con patrones que se repiten. Por supuesto, el prêt-à-porter también puede ser diseño de lujo. Sin embargo, el uso de esta fórmula por parte de Ghesquière abría la posibilidad de que las melodías de Balenciaga –la esencia de su estilo– pudieran desafinarse.
Ana Balda, por ejemplo, sostiene que la moda que hace ahora Ghesquière ha roto totalmente con el espíritu de Balenciaga. Su afirmación es relevante porque lleva meses trabajando en una tesis doctoral sobre el mundo visual del modisto guipuzcoano. Dirige su trabajo Jorge Latorre, profesor de la Universidad de Navarra y doctor en Historia del Arte. A juicio de Ana Balda, Ghesquière se inspira en los archivos históricos de Balenciaga para algunas de sus creaciones porque es indudable que eso ayuda a vender, pero sus diseños no tienen nada que ver. Se ha visto empujado a provocar para vender, y eso ha supuesto una ruptura con la historia de la casa. Este fenómeno no ha afectado únicamente a Balenciaga. Balda asegura que la moda se ha uniformizado más: “Las tendencias han cambiado, como la propia sociedad. Antes había una liga de grandes diseñadores pero ahora se mezcla el lujo con la ropa más barata”.
El diseñador Pablo Durán también cree que ha habido una ruptura. Él hizo su proyecto fin de carrera sobre Balenciaga y hoy trabaja en el taller del modisto cántabro Ángel Schlesser, por lo que se maneja bien en el plano teórico y en la práctica “Ghesquière no guarda la esencia de la antigua casa –indica–. Continúa con el mismo estilo en general, coge mucho de las formas, de las líneas, las mangas, las costuras, pero no lleva la misma esencia. La casa ya no hace alta costura sino prêt-à-porter”.
Pero también hay especialistas que sostienen lo contrario. Uno de ellos es Iñaki Carvajal, estudiante de Periodismo y Moda en el centro Saint Martins de Londres, que se ha hecho famoso por su blog de moda So vip zone, un espacio de tendencias muy visitado. Frente a las opiniones de Ana Balda y Pablo Durán, él sostiene que el apellido Balenciaga y la marca Balenciaga siguen compartiendo la misma esencia. Y lo explica: “Lo que caracteriza a las casas tradicionales de moda no son los cortes exactos que sus fundadores crearon, sino la motivación y la base de sus creaciones. En el caso de Balenciaga, eso pasaba por crear ropa fácil de llevar, que realzase lo bueno y ocultase lo malo, y que ofreciera además una estética diferente a cualquier otra cosa disponible en el mercado. En mi opinión, hoy en día la marca reúne exactamente las mismas características”. Carvajal también defiende sin paliativos la labor de Ghesquière como director artístico: “Lo que le caracteriza como diseñador es la forma en la que juega con materiales. Cristóbal Balenciaga había hecho lo mismo observando cómo un mismo color varía del tweed al tafetán y al moiré. La diferencia es que Ghesquière lleva ese planteamiento más allá, haciendo uso de la tecnología moderna para crear nuevos materiales y transformarlos en prendas. Por ejemplo, la técnica láser para cortar los materiales. Aún así, los acabados son hechos a mano, siguiendo las delicadas técnicas de la alta costura. Todo son paralelismos entre Ghesquière y Balenciaga”.
¿Balenciaga sigue siendo Balenciaga? Es complicado responder a una pregunta cuya respuesta siempre estará inducida por los gustos y la cultura visual de cada observador. Las opiniones recogidas en los párrafos anteriores revelan que hay varias interpretaciones posibles. Es indudable que Ghesquière ha conquistado una plaza en la moda actual gracias a su permanencia en la casa. Y también es cierto que su contribución profesional a la firma ha permitido que la marca Balenciaga no se haya visto zarandeada por cambios bruscos de diseño e imagen. El actual director de Dior es John Galliano, que se incorporó a la empresa en 1997, como Ghesquière, pero antes que él habían pasado por el puesto Yves Saint Laurent (un año), Marc Bohan (31 años) y Gianfranco Ferré (ocho años).
1999: Regreso de Balenciaga bajo Nicolas Ghesquière
2003: Inauguración de la boutique en Nueva York
2006: The 100 Most Influential People in the World by Time magazine
2011: La supermodelo Gisele Bündchen sale de sabático para caminar por la pasarela de Balenciaga y, como consecuencia de su negado a llevar tacónes, el equipo de diseño crea zapatos planos para la colección